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La chica sin nariz

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Hay una chica en mi barrio que no tiene nariz. No sé si por accidente, enfermedad, malformación... o porque la empeñó para comprarse un televisor, no lo sé. El caso es que solo dispone de dos orificios por donde respira, en el supuesto caso de que no tenga branquias bajo la ropa, claro. Lo cierto es que poco más puedo decir de esta chica porque al cruzarme con ella por la calle, la mirada siempre se me va al mismo punto de su orografía facial. Tal vez pudiera decir que su tez es morena, que no debe tener más de los treinta años... poca cosa más. Y es que aquello que se sale de la norma es siempre lo más visible.  Lo que me pregunto es en qué medida se ha visto esta chica afectada por la pandemia. Porque en esto tod@s navegamos en el mismo barco. A tod@s, en mayor o menor medida, esta pandemia nos ha azotado de manera irremediable en el transcurrir rutinario, pero plácido, de nuestras vidas. Me refiero, obviamente, al uso de la mascarilla.  ¿Cómo debe ser para una persona sin nariz, se

16 de Agosto. 10:00 am.

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Esta mañana, poco antes de las 10:00, iba yo a hacer un recado cuando he pasado junto a un banco donde estaban sentados una niña triste y un padre serio. La niña estaba enroscada en sí misma, como solo los niños consiguen hacer, y su padre le acariciaba el pelo con dulzura mientras le susurraba al oido. No podía escucharlos, pero estoy seguro de que le comunicaba su incondicional amor de padre y miles de proyectos a su lado. La niña seguía enroscada, su carita recién lavada y su pelo recogido en una coleta daban fé de que acababa de levantarse. Su cara expresaba esa frialdad que expresan los hijos cuando no saben que sentir.  He seguido mi camino. Alrededor de las 11:00 ya estaba de regreso en mi casa. Acalorado he salido al balcón para refrigerarme en esta maldita semana de Agosto y de soledades. Por debajo de mi balcón han pasado la niña y su padre. Los he reconocido. La niña iba de la mano de su padre cargada con una mochila. El padre llevaba una maleta pequeña, un portàtil a su esp

"Mamá" (2013)

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He visto “Mamá” (2013). Más allá del argumento o de las interpretaciones, me gustaría centrarme en la frase del cartel de la película: “El amor de una madre es para siempre”. A vueltas con el amor materno que mueve el mundo. Hace ya tiempo, mucho tiempo, en un debate de aquellos con cierto rigor y sin verduleríos, un debate nocturno claro está, escuché algo que todavía recuerdo. Sin duda es lo único que recuerdo de cuando Belén Esteban aun era una niña. Fue una frase de la simpar Pilar Rahola. Eran los tiempos de una Rahola política, junto a aquel defenestrado Àngel Colom, más comprometida con el feminismo y que lucía menos escote abisal. No sé porqué he dicho esto del escote, tal vez porque en el debate feminista ha sido siempre complicado ver escotes donde caben bombonas de butano. Decía el señor de turno algo así como que; qué suerte la de las mujeres, quienes son capaces de albergar vida en su interior, de crearla, de sentirla, y de parirla. Que él se descubría ante

"Lincoln"

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Quisiera retomar el hilo de mi blog hablándoles de “Lincoln”, la película. Le aseguro que hacía mucho tiempo que no veía una cosa tan abúlica como ésta de la que les hablo. Miren, en resumen, va de las cábalas guerreras del Abraham Lincoln más político, del hombre-esposo-padre, de los dimes y diretes parlamentarios sobre la decimotercera enmienda a la Constitución americana, de las rivalidades entre la América del Norte ufana e industrial, y la del Sur, esclavista y anquilosada en el pasado... y de poca cosa más. Pasa por alto el Lincoln menos humano, a quien se la soplaba un poco el tema de la esclavitud, porque su propósito no era otro que exportar el desarrollismo industrial del XVIII norteño a los Estados del Sur. ¿Cómo iban a crecer con histeria descontrolada unos Estados cuya fuerza motriz de su economía era la mano de obra negra? A los del Norte no les bastó su expansión hacia el oeste, allí había vacío. Bueno no, había indios, pero al oeste lo llamaron “terra nullis

La España Botejara (y II)

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Escribo esto a pesar de que soy consciente de que a alguno no le va a hacer ninguna gracia lo que digo, no lo va a entender, me va a creer un ceporro, incluso puede que bautice a mis progenitores con bastos adjetivos. Pero es lo que hay y así lo cuento. Hace unos días en el aeropuerto de Cancún, dentro del finger que nos conducía al avión, después de algunos largos momentos de espera impaciente a que nos llamaran al embarque, y enfrentándonos a 10 horas de vuelo trasatlántico, una señora exclamó: “¡Que ganas tengo de pisar tierra española!” No sé exactamente como expresarlo, pero me sentí agredido. O dicho de otra forma; hirieron mi sensibilidad. Evidentemente exclamé en voz alta, y en catalán, algunas frescas para que la vocera de turno supiera que en aquel finger no todo el mundo se sentía henchido de alegría por pisar tierras españolas embutido en tal ardor patrio. Probablemente incluso, aquella señora de rubio oxigenado tuviera más razón que una santa pue

La España Botejara

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Me sorprenden sobremanera las reacciones contra los últimos recortes de Rajoy, reacciones bastante lánguidas, por cierto. Creo que en este país somos capaces de ser mucho más apasionados, por ejemplo cuando “la roja” marca un gol; un mensaje muy bien recogido en Europa, lo que les permite concretar cual es el foco de nuestras preocupaciones. Me sorprende porque cuando uno votó PP, votó la esperanza de un cambio en términos de política económica que podía reconducir España por la senda de la recuperación, sí, pero muy botejara tuvo que ser si a la vez no pensó, y no lo pensó, que también votó una forma de hacer política. A mí lo de los recortes me toca lo que no suena, pero asumo que el PSOE hubiera hecho lo mismo. A España se le ha prestado miles de millones de euros que han surgido de un fondo generado con el aporte de todos los europeos, y como pasa en cualquier otro tipo de préstamo, Europa pide avales. Es lógico ¿no? Aun con todo, que ahora los funcionarios de Ma

Me colé en una fiesta

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Agradezco la pregunta, nadie aun lo había hecho. Pues sí, me gustó, me pareció divina. Un viaje al pasado en toda regla. De repente cada tema te sitúa en un contexto, en el que lo cantaste o bailaste. De pronto uno se ve en su adolescencia cargando entre los brazos con una carpeta en la que enganchó la portada de un single de MECANO, junto a otras fotos recortadas de algunas revistas de la época como “Súper pop”. Una carpeta que todavía conservo entre otros fetiches de mi tierna juventud. Ese “Me colé en una fiesta” te pasea de nuevo por el Vall d’Hebrón camino del instituto donde lo que estaba de moda eran tópicos de adolescencia como Bowie, Jagger, Santana o Paco Ibañez. No me cayó ninguna bolsa de agua después de todo, pero se puso tanto en duda mi identidad sexual; tanto como yo pensaba de otros que eran pura estética piojosa; tanto que me hacían bostezar. “Todos los recuerdos de mi habitación, están escondidos al fondo de la estación, todos los momentos que pasé leyendo